Artículo publicado por Diego Geniz en ABC de Sevilla el 15 de agosto de 2002. Las Hermanas de la Cruz son las encargadas de ataviar a la Virgen de los Reyes, una orden que cumple en este 2 de agosto, 145 años

En la intimidad del Templo Metropolitano, cuando el sol cae sobre Sevilla, un trasiego de alfileres e imperdibles es testigo de uno de los momentos que con más celo guarda la Catedral hispalense: en la Capilla Real las Hermanas de la Cruz visten a la Patrona de Sevilla.

Esta labor iniciada por dicha orden en 1906, aunque algunos escritores la fijan un año después, fue encomendada por el capellán real José Rodríguez Soto a las Hermanas de la Cruz. Se da la circunstancia de que este canónigo era también el tercer padre espiritual de la orden fundada por Sor Ángela de la Cruz y director espiritual de doña María Luisa de Borbón, muy devota de la Virgen de los Reyes, cuyo ajuar está formado por buena parte de las joyas y vestidos que pertenecieron a la Infanta.

La decisión tomada por Rodríguez Soto obedece al intento de que «a la Patrona de Sevilla sólo la tocaran manos virginales», y de ahí el que las Hermanas de la Cruz, que ya en aquella época gozaban de un gran respeto y admiración por parte de los sevillanos debido a su labor social, fueran designadas como camareras y vestidoras de la Virgen de los Reyes. Seguramente, en sus inicios, la propia Sor Ángela ostentaría este cargo, habida cuenta de la gran devoción que sentía hacia esta advocación mariana.

La hermana Maestra

La hermana Maestra lleva 21 años como camarera de la Virgen. Junto a ella, dos novicias son las encargadas de vestirla y de cuidar de su ropa interior. En el silencio del claustro, como si quisiera guardar un secreto, esta hermana habla en voz baja de los instantes que se viven al lado de la Virgen. «Siempre somos tres hermanas de la Casa Madre -en la que se halla el cuerpo incorrupto de Sor Ángela- las que nos encargamos de este menester, aunque a veces por coincidencia con nuestra labor social sólo podemos ir dos».

Una de las novicias es la que se encarga de vestir al Divino Infante, que a juzgar por las palabras de la hermana Maestra es una labor ardua «por la dificultad que entrañan sus pequeñas articulaciones, por lo que siempre hay que tratarlo con un mimo especial».

Las hermanas de la Cruz visten a la Virgen de los Reyes cada dos o tres meses, coincidiendo siempre con el tiempo litúrgico. Así, durante la celebración de la Octava de la Inmaculada la podemos apreciar con el manto celeste; en Cuaresma y en salidas de rogativa de morado; y en tiempo de Pascua, de blanco o rojo. Sin embargo, cuando el mes de los jazmines se acerca, la Capilla Real es visitada durante varias noches por la hermana Maestra y las novicias que desempeñan esta labor.

«Hasta cuatro veces la cambiamos de ropa durante agosto, una para el primer besamanos, otra para la novena, la noche antes de la salida y para el segundo besamanos». Los mantos más ricos apenas son utilizados en su camarín, sino que suelen reservarse para el día de su salida. Durante la novena, la Virgen luce un manto de terciopelo azul bordado que se estrenó en la primera visita de Juan Pablo II a Sevilla. En la octava de la Asunción la venerada imagen permanece con el manto escogido para la procesión del 15 de agosto.

De todos los mantos que posee la Virgen de los Reyes en su amplio ajuar la Hermana Maestra destaca dos: el celeste y el verde. «El celeste por ser el que más les gusta a sus hijos, porque es el color de la Inmaculada y por tanto el color de Sevilla. El verde, que le regaló Isabel II, es digno de resaltar por su riqueza, aunque el volumen de sus bordados nos cuesta más de una gota de sudor cuando cubrimos con él el torso de la Señora arriba de su paso».

No en vano, a la dificultad que entraña el vestir a una imagen se une en esta ocasión la posición sedente de la Virgen de los Reyes, lo que obliga «a vérselas y deseárselas a la hora de coger los pliegues del bordado para que parezca una auténtica Reina», apostilla la hermana Maestra.

El Rostrillo

Sin embargo, las diferentes hermanas de la Cruz que han sido designadas como camareras de la Virgen coinciden en señalar que los mayores problemas se plantean a la hora de colocar la pequeña blonda que rodea el rostro de la Patrona y que hace las veces de un rostrillo. «Los vestidores de las dolorosas -comenta una de las novicias- son profesionales que están acostumbrados a hacer maravillas con las tiras de encaje, pero nosotras no tenemos esa maestría y antes de clavarle algún alfiler le decimos al oído a la Señora «sólo te podemos poner guapa si Tú quieres» y Ella nos lo hace todo más fácil».

Pero su labor no se limita a la de vestir a la Virgen, sino que también se encargan de cuidar su ropa interior y de remendar el constante deterioro al que se ve sometido este tipo de telas.

A este respecto, la hermana Maestra señala que «también arreglamos las enaguas y el corpiño, algunas de ellas antiquísimas, como las de lino, mientras que las más modernas están realizadas con hilo y jacona. El día 4 de agosto por la noche, antes de colocarla en el altar de la novena, se le muda por dentro para que esté limpia durante sus cultos».

En una de las últimas restauraciones a la que fue sometida esta imagen, se aconsejó a la Asociación de Fieles que no fuera utilizado el tergal, la seda o el algodón para ataviar a la Virgen por dentro. Por este motivo, a raíz de dicha intervención, la ropa interior realizada con este tipo de tela está en desuso por dañar el material con el que está gubiado el icono.

Cuando a las Hijas de Sor Ángela se les pregunta por si en la actualidad visten otra imagen mariana, ellas muestran esa sonrisa que cobija algún secreto. «Si decimos el nombre, todas las hermandades de Sevilla vendrán a pedirnos que vistamos la suya por dentro, pero de nuestras manos, como obra propia sólo sale vestida la que es Patrona de todos los sevillanos, a la que pedimos que interceda por esta ciudad a cada instante que rozamos sus mejillas».